Es más pequeño que la yema de un dedo y se puede controlar con un mando vía wireless. Un microchip fabricado por la compañía MicroCHIPS, fundada desde el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), acaba de superar su primer ensayo clínico con personas. Ocho mujeres lo llevaron implantado durante 12 meses, y durante 20 días el dispositivo sustituyó a las inyecciones diarias que debían ponerse contra la osteoporosis que sufren. Aunque lejos de la clínica aún, esta tecnología podría hacer más fácil la terapia de los pacientes crónicos y mejorar la adhesión a los tratamientos.
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Durante los 12 meses que las participantes llevaron el chip, los investigadores liberaron con éxito todas las dosis, no hubo problemas de seguridad en ningún caso y los efectos del fármaco fueron buenos, según los análisis farmacológicos y de los marcadores de formación de hueso, aunque éste no era un objetivo principal del estudio.
"El implante tuvo una eficacia terapéutica similar a la de las inyecciones subcutáneas y, de hecho, la variación de las dosis fue menor", subraya Farra. "El dispositivo fue bien tolerado por las pacientes, que no notaban que lo llevaban, y estaban dispuestas a ponérselo de nuevo", añade el investigador.Pero para llegar aquí, los autores han tenido que trabajar durante años. "Hay dos tecnologías fundamentales que han permitido [la creación de] este producto", indica Farra. El mecanismo de cierre de cada reservorio, que "permite guardar cada dosis a largo plazo" –explica el investigador– y el método para expulsar el contenido al recibir un impulso eléctrico vía wireless. Esto "permite administrar las dosis a demanda". Ambos aspectos "han necesitado un trabajo importante para asegurar que sus funciones eran seguras, biocompatibles y fiables", comenta Farra a ELMUNDO.es.
En cuanto a la eficacia del microchip, los autores se toparon con un problema esperado pero que podía poner en riesgo la viabilidad de un tratamiento farmacológico administrado a través de un dispositivo como este. Como comprobaron en modelos animales, al implantar el chip el organismo genera a su alrededor una envoltura de tejido fibroso. Sin embargo, a pesar de esta cápsula, los efectos del fármaco fueron buenos.
"El microchip permite al paciente alcanzar una adherencia al tratamiento del 100% sin la necesidad de ponerse inyecciones todos los días o de forma frecuente y sin la carga de controlar su enfermedad a diario", destaca Farra. El siguiente paso, en el que ya está trabajando este equipo, es fabricar microchips con celdas para almacenar muchas más dosis, las suficientes para proporcionar un tratamiento diario durante un año (o más tiempo, si se trata de terapias menos frecuentes). "Podríamos tener, literalmente, una farmacia en un chip", destaca Robert Langer, Catedrático en el MIT y autor también del estudio. "Puedes hacer una liberación controlada a distancia, puedes hacer una liberación pulsátil del fármaco puedes administrar múltiples medicamentos", añade.
Ése es el potencial de este dispositivo, fabricado más de una década después de que la prueba de concepto del funcionamiento de estos chips se publicara en 1999 en 'Nature'. Pero su uso rutinario en la clínica está aún lejos. Quedan algunos flecos sueltos, según John Watson, catedrático de Bioingeniería en la Universidad de California (EEUU). "La fiabilidad y duración del microchip no se ha establecido", afirma en un editorial que acompaña al trabajo.
"Seguiremos evaluando y haciendo pruebas más exhaustivas al mismo tiempo que mejoramos el proceso de fabricación", asegura Farra, que asegura que esta tecnología "marca la llegada de la era de la telemedicina ya que los médicos pueden cambiar los protocolos terapéuticos a distancia en función de las necesidades de cada paciente".
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